jueves, 3 de septiembre de 2009
Diarios Públicos - Quinto Retazo
- ¿Ya has terminado?
Es una pregunta mil veces escuchada y mil veces pronunciada, pero es en el fondo una pregunta insensata, una pregunta que deberíamos borrar de nuestros vocabularios, como tantas otras, pero hoy solo quiero escribir sobre ella,o más bien escribir acerca de su significado. Hoy quiero hablar del fin.
En numerosas ocasiones, a solas o acompañado, me cuestiono el valor de lo no terminado, de lo incompleto, de lo imperfecto. Alguno me dirá que somos seres inacabados y que por ello no podemos finalizar nada. Es cierto, pero eso no es lo que quiero escribir, quiero escribir acerca de lo que nosotros "incompletamos" por nuestra propia mano.
Personalmente, suelo dejar bastantes cosas sin acabar, pero no por que un decreto supremo me diga que tengo que parar, tan solo porque no es el momento en ese instante, porque la palabra buscada no aparece en mi diccionario mental. Incluso por puro azar he dejado escritos a medio camino y me acorde de ellos en momentos determinados. Y todo lo inacabado tiene un aire extraño, una energía diferente, es una sensación distinta.
En este preciso momento me recorren la cabeza dos obras: El castillo de Kafka y Enrique de Ofterdingen de Novalis. Ambas son dos obras espeluznantes y geniales (a mi gusto), pero que dejan esa sensación que antes comenté. Es la sensación de la gran pregunta que se hace el perdedor al fondo de la barra del bar, la sensación del amante abandonado bajo la luz protectora y celestial de una farola en un dia lluvioso. Es mi gran pregunta y tal vez la pregunta de la que nadie se acuerda cuando reflexionamos acerca de nuestra condicion humana. Es el ¿Y si...?
Por eso, cuando me planteo esta pregunta acerca de estas dos obras por ejemplo, considero que tal vez acabadas serían no peores que inacabadas, pero si bien diferentes. Lo que verdaderamente nos mueve a realizar nuestros actos a lo largo de la vida es el misterio y la curiosidad, y estas obras llenan ese misterio y curiosidad provocándonos esa sensación extraña cuando las "inacabamos" de leer. En nuestra cabeza nos imaginamos los posibles finales, los nuevos giros de guión, etc. He aquí mi sentencia: lo inacabado es prácticamente eterno, pues aquel que lo hallé intentara acabarlo.
Ahora, mientras apuro estas postreras líneas, me imagino como sería nunca acabar un beso, no acabar nunca de despegar el labio del otro, no terminar de pensar que la quiero... pero también imagino como sería no acabar nunca de ver la despedida de la persona que amas, como su mano dice adiós, como su espalda se va alejando, como la lágrima no acaba de colisionar contra el suelo...
Por muy bello y misterioso que sea lo inacabado, siempre hay cosas que merecen la pena acabar.
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