jueves, 9 de abril de 2009

Diarios públicos - Primer retazo

Apoyando los brazos en la barandilla, manteniendo la vista fija en el sur. La salitre roza plácidamente la cara mientras el sol coquetea con su imagen en el infinito espejo del mar, la ceniza del cigarro precipitándose cara la estela que deja el barco y la sonrisa color café dibujada en el rostro.
Iza los brazos como velas, dirige las palabras cual timón, la voz empuja el barco cara lo desconocido:
-¡Venid y ved si podéis desviarme de mi propósito! ¡No podéis desviarme […]! El sendero que me conduce a mi propósito fijo tiene raíles de hierro, en donde mi alma está lista para correr. Sobre los inseguros desfiladeros, a través de los estriados corazones de las montañas, bajo cauces torrentosos, me precipito infaliblemente. ¡Nada es un obstáculo! ¡No hay sesgos para el camino de hierro!

Solo un vacío aterrorizado lo escucha, escucha a un hombre que está dispuesto a dejar la vida por vivir. Y en el horizonte, a miles de millas, el eco huracanado salido de la garganta resuena en los acantilados, en los atolones, en los cielos, esperando que la vida(esa cruel e imbatible ballena blanca) comprenda que solo uno de los dos verá una nueva mañana.

Podremos perder partes de nosotros, podremos luchar y perder siempre pero muy pocos querrán ser como él, que bautiza su arpón al diablo, que no tiene miedo a nada y que después de tantos golpes se levanta de nuevo.

Aunque muchos saben como acaba la historia, yo quiero ser el capitán Ahab.