jueves, 25 de septiembre de 2008
Apropiación indebida.
Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, el apodado Ghandi gallego, inteligente, irónico, artista universal. Exiliado en Argentina. En el año 1944 fundó el Consello da Galiza en Uruguay que además fue donde se le erigió su primer monumento en el año 1975. Este es un poema de Celso Emilio Ferreiro dedicado a todos aquellos que aldrajaron su imagen.
Olla meu irmao honrado, o que acontece con Daniel
Os que o tiñan desterrado agora falan ben del
O palurdo de alma lerda
O tendeiro desertor
O vinculeiro da merda, disfrazado de señor
O lerdo carca refrito, o monifate de entroido
O aprendiz de señorito, marqués de quero e non poido
O badoco endomingado
O franquista pousafol
O forricas desleigado, o pequeno burgués mol
O devoto do onanismo
O feligrés de pesebre
O tolleito de cinismo, o que dá gato por lebre
O rateiro do peirao
O refugallo incivil
Válense de Castelao para esconder a caste vil
Escoita puto nefando
Criado na servidume
Non pasará o contrabando dese teu noxento estrume
Grotesco escriba sandez
Inxertado nun raposo
Castelao nunca foi teu, porque Castelao é noso
I anque a ti che importe un pito
Sabrás que é cousa sabida
Que estás incurso en delito de apropriación indebida.
lunes, 8 de septiembre de 2008
Tu único punto de vista soy yo.
Así a ojo diría que ya eran las tres de la madrugada. Siempre me ha encantado intentar adivinar que hora era sin mirar el reloj, quizá una costumbre que se había arraigado en mi interior cuando perdí mi Lotus, en las fiestas de San Froilán en Lugo. No, desde luego si había colombianos con mala fé en aquella ciudad eramos Joaquín y yo los que teníamos que cruzárnoslos. Nada raro, en aquella hora, en aquel bar. Solo había putas, borrachos, humo y alguna zorra. Diría que si alguna vez existió la famosa House of the Rising Sun de la que habla aquella canción de los Animals, aquel antro que bien podía estar una villa marinera no le iba muy a la zaga.
- Oye, son las tres y media -me interrumpió Joaquin repentinamente- ¿nos vamos o no, joder?
Joaquin es buen tipo, más joven que yo y parecía mas despejado en aquella pesadumbrosa noche de Noviembre. Cuando me decidí a abrir mi propio negocio de carpintería se convirtió en mi socio vendiendo varias cosas de valor que tenía, aunque no su querido anillo de oro, desde luego. Desde que le conocí, nunca le vi quitárselo, dudo que se lo quite aunque sea para meter el dedo en un coño octogenario. Por lo visto lo había heredado de su abuelo. Antigua joya familiar. Debo decir que Joaquin es algo así como un hermano pequeño para mi. Normalmente cuido de él mas que él me cuida a mi, serán cosas de la edad. Siempre iba con esa chaqueta marrón entre formal y sport, y no había manera de que se quitase las patillas. Con una piel tan blanca y unas patillas tan negras no parecía Curro Jiménez, no, parecía Abraham Liconln después de pasar una semana en un burdel de Washington celebrando la victoria sobre los confederados. Llevaba viviendo en Galicia desde que salió del talego, aunque él era de un pueblo de España sabe Dios donde.
- Coño, ¿me estás oyendo?
- Si, joder. Vámonos. Voy a echar una meada y a pagar, espérame fuera si quieres.
Como dije, Joaquín y yo empezamos un negocio de carpintería, aunque como me viene pasando, olvidé decir que quebramos estrepitosamente. No creo que interese el como quebramos, pero solo diré que el cabrón de Joaquín tiene un puto problema con el juego. Y que no le gusta nada reconocerlo. Llevábamos ya como cuatro horas sin saber nada de los portugueses lo cual no sabría decir si era buena o mala señal. Eses cabrones no se nos despegaban de encima, jamás llegar desde la Costa da Morte hasta Vigo habia llevado dos días, y dudo que alguna otra persona los hubiese pasado de manera tan intensa como nosotros.
- Un chupo de Jack Daniel's, y cóbrame por favor.
Al fin y al cabo no iba a conducir yo. Al salir por la puerta me di cuenta de que mi buen compañero ya estaba esperándome en la puerta con el coche en marcha. Mi cerebro parecía decirme que como buen gallego fuese desconfiado y mirase a ver si seguía estando en el maletero, pero tal vez sería el primer paso para acabar teniendo un comportamiento obsesivo que no me convenía nada en este momento. Arrancamos en dirección sur, intentando ir lo mas rápido que nos permitía nuestra conciencia. ¡Coño! Tan sólo había que llegar a Vigo, en el mercado de A Pedra hablariamos con el Cuco y nos sacaríamos este marrón de encima, además de conseguirnos unas buenas perras. Y que se maten después los portugueses, el Cuco, el arte y la puta que los parió a todos. No podíamos seguir escapándo mas tiempo y desde luego no íbamos a ir a la Guardia Civil.